Penny Lane se desnuda para los lectores de Passionatte Lucenpop









Cuando Penny Lane se desnuda para Passionatte Lucenpop
una confesiĆ³n de terciopelo, lentejuelas y verdad
Ella entra descalza, como siempre.
No se anuncia. No golpea la puerta.
Simplemente estĆ”.
Con su abrigo de piel falsa y su alma de vinilo rayado, Penny Lane se desliza entre los cortinajes de terciopelo violeta del estudio de Passionatte Lucenpop como una apariciĆ³n. Pero esta vez no viene a posar con sus ojos diluidos en rock ni con su media sonrisa aprendida entre camerinos. No. Esta vez ha venido a desnudarse. A desnudarse de verdad.
āSolo para vosotrosā, susurra. Y el aire se vuelve mĆ”s cĆ”lido, mĆ”s sucio y mĆ”s sagrado.
Primero se quita el nombre.
Ese nombre prestado de una canciĆ³n de los Beatles, ese alias encantador que huele a psicodelia y nostalgia. Debajo de Penny Lane no hay nada mĆ”s que ella misma: la chica que soĆ±Ć³ con ser un poema de Bowie y terminĆ³ siendo un pie de pĆ”gina en la historia de una banda que ya no recuerda su cara.
DespuƩs se quita el abrigo.
Y lo que cae al suelo no es solo una prenda: es una era. Es la neblina de los aƱos 70, es la confusiĆ³n entre musa y mujer, es el olor a sudor, whisky barato y secretos entre bastidores. Su piel es blanca como un riff no grabado, con el vello tembloroso de los que han amado demasiado a los que no podĆan quedarse.
Luego cae la falda, como cae un telĆ³n.
Y bajo esa falda no hay escĆ”ndalo, sino libertad. La libertad que tiene una mujer que ya no quiere ser groupie, ni amante, ni personaje. La libertad de decir yo estuve allĆ sin pedir disculpas. Su vientre es un pentagrama en silencio, donde alguna vez alguien compuso canciones que nunca se atreviĆ³ a cantar.

Finalmente, se quita la mirada.
Esa mirada de Ā«yo sĆ© algo que tĆŗ no sabesĀ», esa protecciĆ³n mĆ”gica que usĆ³ para no romperse. Ahora sus ojos estĆ”n desnudos, sinceros, hĆŗmedos. Ya no son ojos de Ćcono pop: son los ojos de una chica que buscaba amor en cada verso y encontrĆ³, en su lugar, mitologĆa.
Los fotĆ³grafos no se atreven a disparar.
Los redactores dejan los bolĆgrafos.
Hay algo en esa desnudez que no se puede atrapar.
Penny Lane, al natural, no es carne: es revelaciĆ³n.
Una mujer que ha dejado de actuar, que ha dejado de esperar aplausos. Una mujer que ha aprendido a quedarse.
Y cuando ya no queda ni la sombra de su personaje, cuando lo que brilla es solo una piel vulnerable y una historia sin glamur, Passionatte Lucenpop entiende lo que ha sucedido:
Penny Lane no se ha desnudado para excitar.
Se ha desnudado para existir.
Y no hay espectĆ”culo mĆ”s erĆ³tico que la verdad.