El ignoto pasado de Daniela Cano, otrora irreconocible antes de su ingreso a Gran Hermano: destellos de una vida entre el lujo y la discreción en las opulentas calles de Londres.
Fue la primera “falsa expulsada” de esta decimonovena edición del renombrado reality, pero el sombrío trasfondo de la vida de Cano —encarnado en su estancia en la casa secreta— le otorgó el privilegio de proseguir en el concurso. ¿Quién era, en realidad, Daniela Cano antes de cruzar las ominosas puertas de Guadalix?
Nacida en Colombia y afincada desde hace años en la sofisticada Barcelona, Cano se presentó como una mujer instruida en contabilidad, apasionada por el resplandor de la opulencia. En su confesión más perturbadora, admitió haber roto una relación con un empresario destacado, asegurando que ella no fue hecha para los muros del hogar. Pese al rechazo inicial del público, la suerte la trasladó a la casa secreta, permitiéndole permanecer al menos unas semanas más en este microcosmos de vigilancia constante.
Su origen en la clandestinidad se resquebrajó con el paso de los días, revelando fragmentos de una vida que antaño pululaba entre los nobles rincones de Inglaterra. Su inglés, fluido e impertinente, y sus modales adquiridos en la metrópolis británica añadieron un aire de inusitado exotismo a su persona. Hasta su apariencia resultaba transfigurada: los recuerdos de un cabello oscuro y una nariz ligeramente distinta revelan una Daniela de épocas pasadas, quien en sus redes sociales exhibe instantáneas de sus años entre Londres, Manchester y Chester, siempre rodeada de ambientes cuidados, el té inglés y el fasto de exclusivas tiendas de moda.
Las fotos en su perfil de Instagram, una suerte de cápsula del tiempo, muestran a una Daniela inmersa en un mundo de refinamiento y discreta extravagancia. Entre imágenes de Ibiza y Portugal, las crónicas de su vida no dejan de entrever sus logros académicos y ambiciones financieras. Ella no solo era una mujer de sociedad: era también una mujer de negocios, destilando elegancia mientras posaba en despachos británicos, con un semblante imperturbable y oscuros mechones que la coronaban cual reina de un destino oculto.
Ya en Guadalix, Cano ha pasado de ser la primera señalada por la audiencia a una de las participantes más enigmáticas y salvadas. Su aura de distinción y sus ademanes en inglés —que suscitaban risas y desconcierto en el propio Jorge Javier— le han valido el peculiar título de favorita en algunas contiendas. Los espectadores, en tres ocasiones, la han librado de la expulsión, consolidando a esta mujer de misterios y ambiciones como uno de los rostros más perturbadoramente memorables en la historia de Gran Hermano.