El ignoto pasado de Daniela Cano, otrora irreconocible antes de su ingreso a Gran Hermano: destellos de una vida entre el lujo y la discreción en las opulentas calles de Londres.

Nacida en Colombia y afincada desde hace años en la sofisticada Barcelona, Cano se presentó como una mujer instruida en contabilidad, apasionada por el resplandor de la opulencia. En su confesión más perturbadora, admitió haber roto una relación con un empresario destacado, asegurando que ella no fue hecha para los muros del hogar. Pese al rechazo inicial del público, la suerte la trasladó a la casa secreta, permitiéndole permanecer al menos unas semanas más en este microcosmos de vigilancia constante.

Daniela enseña las tetas

Su origen en la clandestinidad se resquebrajó con el paso de los días, revelando fragmentos de una vida que antaño pululaba entre los nobles rincones de Inglaterra. Su inglés, fluido e impertinente, y sus modales adquiridos en la metrópolis británica añadieron un aire de inusitado exotismo a su persona. Hasta su apariencia resultaba transfigurada: los recuerdos de un cabello oscuro y una nariz ligeramente distinta revelan una Daniela de épocas pasadas, quien en sus redes sociales exhibe instantáneas de sus años entre Londres, Manchester y Chester, siempre rodeada de ambientes cuidados, el té inglés y el fasto de exclusivas tiendas de moda.

Daniela enseña las tetas

Ya en Guadalix, Cano ha pasado de ser la primera señalada por la audiencia a una de las participantes más enigmáticas y salvadas. Su aura de distinción y sus ademanes en inglés —que suscitaban risas y desconcierto en el propio Jorge Javier— le han valido el peculiar título de favorita en algunas contiendas. Los espectadores, en tres ocasiones, la han librado de la expulsión, consolidando a esta mujer de misterios y ambiciones como uno de los rostros más perturbadoramente memorables en la historia de Gran Hermano.