¿Por qué se ha silenciado el hallazgo del Laberinto de Hawara?
El eco subterráneo de Amenti: el enigma del laberinto de Hawara
El célebre complejo arquitectónico, cuyo esplendor asombró al mundo antiguo, fue descrito por el historiador griego Heródoto hace más de dos mil quinientos años. Una interpretación artística reciente sugiere la existencia de un intrincado laberinto oculto bajo la pirámide de Hawara, cuya evocación remite de inmediato a los misterios más profundos de la civilización egipcia.
En un anuncio que ha encendido la imaginación de arqueólogos y aficionados por igual, el denominado Proyecto Kefrén ha revelado el hallazgo de una vasta estructura subterránea de aproximadamente dos kilómetros de extensión, emplazada bajo la legendaria meseta de Guiza. Este descubrimiento, rodeado de un aura casi mítica, ha sido vinculado por algunos estudiosos con el legendario Amenti, el inframundo egipcio. No obstante, la comunidad arqueológica ha recibido tales afirmaciones con prudente escepticismo, recordando que la historia faraónica se encuentra sembrada de enigmas aún irresueltos, cuyos ecos reverberan en el polvo de los siglos.
Entre estos enigmas resalta, con majestad inquietante, el laberinto de Hawara: una obra cuya mera mención despierta ecos de asombro. Desde las crónicas helénicas hasta las pesquisas modernas, esta construcción ha suscitado veneración y debate. Si bien sus vestigios parecían haber sido tragados por la bruma del tiempo, el insigne arqueólogo Flinders Petrie afirmó en 1889 haber identificado sus cimientos en el enclave de Hawara. Sin embargo, la Expedición Mataha, desarrollada entre 2008 y 2010 mediante técnicas de prospección geoarqueológica, cuestionó esta interpretación, sugiriendo que los vestigios hallados por Petrie correspondían no a la base, sino al techo de tan colosal estructura.

En colaboración con la Universidad de Gante, la Expedición Mataha llevó a cabo un estudio no invasivo que reveló la presencia de una formidable edificación subterránea, compuesta por muros verticales de gran espesor interconectados de tal modo que formarían un entramado de cientos de estancias. Los indicios apuntan a una construcción monumental: el mítico laberinto egipcio, que según los relatos de Heródoto y Estrabón, contenía no solo cámaras y patios, sino el compendio del saber de todo un imperio. Se mencionan tres mil habitaciones y doce patios, en un diseño arquitectónico que habría sobrepasado incluso la magnificencia de las pirámides.
Plinio el Viejo, en el siglo I de nuestra era, dejó testimonio de los subterráneos de Hawara, a los que describió como “oscuras galerías flanqueadas por columnas pétreas, estatuas de dioses, soberanos y figuras de espanto”. Aquella visión fue retomada siglos después por Athanasius Kircher, cuya reconstrucción del laberinto, basada en los relatos clásicos, constituye uno de los más tempranos intentos de revivir este misterio.
Pero la controversia se avivó tras la publicación de los resultados preliminares de la Expedición Mataha. El entonces Secretario General del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, Dr. Zahi Hawass, prohibió la divulgación de los datos y amenazó con sanciones a los investigadores implicados. No obstante, en 2010, el equipo decidió hacer pública su conclusión: el laberinto permanece bajo Hawara, aunque severamente amenazado por la infiltración de aguas salobres subterráneas.
Situado en el sureste del oasis de Faiyum, a unos cien kilómetros al sur de El Cairo, el sitio de Hawara alberga la pirámide funeraria del faraón Amenemhat III, uno de los más ambiciosos constructores de la XII Dinastía. Se ha conjeturado que este complejo podría conectarse con cuevas naturales y guardar vestigios que se remontarían a más de setenta mil años. La magnitud del hallazgo ha suscitado el interés de la UNESCO, que estudia su inclusión como Patrimonio Mundial con el fin de promover su protección internacional.
El peligro es inminente: la salinidad del agua está degradando inexorablemente la piedra y los jeroglíficos inscritos en los muros podrían perderse sin remedio. Paradójicamente, la amenaza líquida que destruye, ha protegido el sitio de los saqueos que han diezmado otros yacimientos. Pero sin una acción decidida, las generaciones venideras podrían recibir solo ruinas mudas de lo que fue una de las obras maestras del mundo antiguo.
Más que una mera empresa arqueológica, la Expedición Mataha constituyó una experiencia transdisciplinar en la que convergieron arte y ciencia. Liderado por el artista visionario Louis De Cordier, el proyecto incorporó a geofísicos, astrónomos, egiptólogos, ingenieros y curadores. Parte del financiamiento fue aportado por el propio De Cordier, quien vendió su creación el Disco Solar Dorado para sostener la investigación.
Este enfoque ecléctico permitió una reinterpretación del laberinto desde múltiples ángulos. La arqueología contemporánea, muchas veces esclava del rigor técnico, ha olvidado en ocasiones el impulso imaginativo que impulsó los grandes descubrimientos del pasado. La Expedición Mataha reivindicó así la creatividad como instrumento legítimo en la búsqueda de las civilizaciones sumergidas.
Los autores de la antigüedad situaron el laberinto junto a una pirámide y un canal, cerca del lago Moeris y la ciudad de Crocodilópolis —la actual Medinet el-Fayum—. Las descripciones coinciden con la ubicación de Hawara, donde Petrie calculó que el laberinto se extendía sobre un área de 304 por 244 metros.
Este enclave constituye un punto liminar entre las tierras fecundas del oasis y la aridez del desierto. La pirámide de Amenemhat III, construida en adobe y caliza, aún se yergue, erosionada, sobre un terreno parcialmente sumergido. También se presume que en ese mismo sitio edificó la reina Sobekneferu, última soberana de la XII Dinastía.
El canal Bahr Wahbi atraviesa el lugar, y algunos estudiosos sostienen que el laberinto podría prolongarse bajo sus aguas, con sectores aún indemnes esperando ser revelados. La inclinación de la estructura subterránea —detectada con una desviación de entre 20 y 25 grados respecto al eje de la pirámide— sugiere una intencionalidad arquitectónica aún incomprendida, que acaso guarda un simbolismo perdido en el transcurso de las eras.