Culto erótico y libertinaje en el instituto: ‘Querido profesor’, erotismo, sátira y crimen en los márgenes del sistema y de Star Trek
Libertinaje en el instituto: Querido profesor, erotismo, sátira y crimen en los márgenes del sistema
En 1971, Roger Vadim —ya célebre por haber exaltado la sensualidad femenina con una devoción hedonista en cintas como y Dios creó a la mujer— desembarcó en Hollywood para dirigir una de las películas más desconcertantes, provocadoras y malinterpretadas del cine americano de los años setenta: Querido profesor (Pretty maids all in a row). Esta obra, que navega entre la comedia negra, el thriller criminal y la sátira sexual, no tardó en convertirse en un artefacto de culto, repudiada por la crítica moralista de su época, pero adorada por los amantes del cine transgresor, camp y deliberadamente amoral.

El guion fue escrito por Gene Roddenberry —sí, el mismo creador de Star Trek—, lo cual ya ofrece una pista de la naturaleza ambivalente del proyecto: un autor de ficciones futuristas, idealistas y utópicas se sumerge aquí en una historia de asesinatos en serie en una escuela secundaria, ambientada en una California soleada donde las adolescentes parecen salidas de un catálogo de Playboy y los profesores educan con una mezcla de cinismo, paternalismo y lubricidad apenas velada.
El personaje central es el carismático y perturbador Tiger McDrew (encarnado por Rock Hudson en un giro de carrera absolutamente insólito), consejero escolar, entrenador deportivo y seductor profesional, quien mantiene relaciones sexuales con varias estudiantes mientras asesina a otras tantas que no se doblegan a su poder. El punto de vista del film se desplaza entre el suyo y el de Ponce, un tímido estudiante obsesionado con las mujeres, que se convierte en su discípulo involuntario. El tono es ácido, provocador y juguetón: Vadim filma el instituto como una zona de batalla hormonal y moral, donde los códigos de conducta adulta han colapsado y solo queda el impulso, el deseo y la farsa.

Lo verdaderamente audaz de Querido profesor —y lo que le confiere su estatuto de película de culto— es su desparpajo para mezclar géneros y su negativa a ofrecer una brújula moral clara. La estética pop psicodélica, los colores saturados, las secuencias musicales insertadas con aire caprichoso, y los abundantes cuerpos femeninos semidesnudos, colocan la película en las antípodas del thriller clásico. Más que una historia de crímenes, es una alegoría de la hipocresía institucional: el asesino no es un monstruo externo al sistema, sino uno de sus representantes más queridos. El carisma de Rock Hudson —entonces ídolo de las masas y figura emblemática de la virilidad hollywoodense— es utilizado con perversidad irónica: su atractivo se convierte en un velo que esconde la corrupción total.

Por debajo de su superficie juguetona y su erotismo escenográfico, Pretty maids all in a row lanza dardos certeros contra el aparato educativo, la domesticación del deseo masculino, la represión sexual femenina y la violencia institucionalizada bajo formas de galantería. La policía, el profesorado, los padres: todos son figuras ridiculizadas, impotentes o cómplices. Vadim, francés hasta la médula, contempla a la sociedad estadounidense con la distancia escéptica del libertino ilustrado, burlándose tanto de su mojigatería como de su obsesión voyerista por la juventud y la pureza.
El resultado es una obra inclasificable, que a primera vista puede parecer un mero capricho erótico con aires psicodélicos, pero que revela, al mirar con mayor atención, una crítica incisiva y un aire de tragedia soterrada: en el fondo, estamos ante un mundo donde el deseo ha perdido toda dimensión ética, y el crimen se mimetiza con la rutina, en un universo en el que el libertinaje ya no es liberación sino máscara del vacío.

Querido profesor es, por tanto, una obra liminar, hija del 68 pero nacida en la resaca del sueño californiano, y como tal, rechazada por los guardianes del buen gusto y recuperada por generaciones posteriores que vieron en su amoralidad festiva un reflejo ferozmente lúcido de la descomposición cultural de su tiempo.