China descubre en su estación espacial una superbacteria cuya resistencia “desafía todo lo conocido”
Una bacteria espacial desafía las fronteras de la biología terrestre y obliga a replantear los protocolos de desinfección
El hallazgo de una nueva bacteria en la estación espacial Tiangong ha encendido las alertas en la comunidad científica internacional y plantea un urgente replanteamiento de las normas de bioseguridad en entornos extraterrestres. Si organismos como este llegaran a proliferar en la Tierra, podrían constituir una amenaza silenciosa, especialmente en contextos clínicos o ecológicos vulnerables.

📷 Imagen: Un cohete tripulado rumbo a la estación Tiangong (EFE/Alex Plavevski)
Bautizada como Niallia tiangongensis, esta cepa inédita fue localizada en la superficie de un equipo técnico dentro del módulo orbital chino. Se trata de una variante hasta ahora desconocida del género Niallia, perteneciente a la familia Cytobacillaceae. El descubrimiento, fruto de una colaboración entre el Grupo de Biotecnología Espacial de Shenzhou y el Instituto de Ingeniería de Sistemas Espaciales de Pekín, ha sido publicado en la International Journal of Systematic and Evolutionary Microbiology.
El análisis genómico integral ha revelado que esta “superbacteria” comparte rasgos morfológicos con sus congéneres terrestres, pero difiere sustancialmente en funciones adaptativas clave. Entre ellas, destaca su sorprendente resistencia a niveles extremos de radiación, así como su capacidad para formar esporas duraderas y estructuras de biofilm que le permiten erigir barreras protectoras ante entornos hostiles. Un verdadero escudo biológico que parece diseñado para sobrevivir en el abismo de lo interestelar.
Más allá de la resistencia: una biología estratégica
Lo más inquietante del comportamiento de Niallia tiangongensis es su habilidad para metabolizar compuestos escasos, extrayendo nitrógeno y carbono incluso en condiciones de profunda austeridad nutricional. A diferencia de sus variantes terrestres, esta cepa ha perdido la capacidad de procesar ciertas fuentes energéticas habituales, lo que sugiere un proceso evolutivo de especialización a largo plazo dentro de un ambiente cerrado como la estación espacial.

📷 Imagen: La sonda Phoenix inspeccionada antes de su lanzamiento a Marte (NASA/JPL-Caltech)
El descubrimiento fue posible gracias al riguroso Programa del Microbioma del Área Habitable de la Tiangong, el cual monitoriza de forma sistemática la ecología microbiana a bordo. Las muestras fueron recolectadas por los astronautas de la misión Shenzhou-15 mediante hisopos, y posteriormente enviadas a la Tierra para ser analizadas mediante técnicas de imagenología de alta resolución y estudios filogenéticos avanzados, según reporta el medio South China Morning Post.
Una advertencia para futuras misiones interplanetarias
El potencial biológico de Niallia tiangongensis “desafía todo lo conocido”, afirman los científicos involucrados. Su sola existencia plantea interrogantes profundos sobre la adaptabilidad de la vida en condiciones extremas, y obliga a reconsiderar los diseños de soporte vital para misiones espaciales de larga duración. Aunque aún no se ha confirmado si esta bacteria representa un riesgo directo para la salud humana, se sabe que especies relacionadas, como Niallia circulans, pueden provocar sepsis en personas inmunodeprimidas.
Este hallazgo se inscribe en una inquietante tendencia: la proliferación de especies microbianas altamente resilientes en entornos que deberían ser estériles. Estudios previos en laboratorios de la NASA y otras agencias espaciales ya habían identificado docenas de cepas capaces de resistir condiciones radicalmente asépticas. En consecuencia, se vuelve imperativo actualizar los protocolos de limpieza, aislamiento y descontaminación tanto a bordo como en las fases previas al lanzamiento.
Lejos de ser una simple anécdota microbiológica, Niallia tiangongensis se perfila como símbolo de una nueva frontera: la de una vida que aprende a persistir fuera del planeta que la vio nacer. Su descubrimiento no sólo ensancha el mapa del conocimiento científico, sino que también alerta sobre los riesgos latentes de trasladar lo invisible más allá de la atmósfera.