Zootrópolis 2 y el récord que devolvió la esperanza al cine

En un año 2025 donde la taquilla internacional parecía una llanura exhausta, un páramo sin huellas de asombro ni colas al amanecer, Zootrópolis 2 ha emergido como un oasis imposible. Una fuente inesperada en mitad de la sequía: la película que ha devuelto al cine su propia autoestima.

Y no por un gesto menor, ni por un “modesto éxito” capaz solo de mitigar las derrotas previas de Disney. No: Zootrópolis 2 ha inscrito su nombre en la historia al arrebatarle a Vengadores: Endgame —la todopoderosa emperatriz de la taquilla moderna— un récord que se creía inamovible.

En China, en ese mercado que hoy decide imperios, la secuela de Judy Hopps y Nick Wilde ha superado a la culminación del universo Marvel: 79 millones de dólares en sus primeras 24 horas, aquel listón que Endgame erigió en 2019 como monumento de granito. Hoy, ese coloso ha sido destronado por una comedia policial de animales antropomórficos. La imagen parece una fábula escrita para demostrar que todavía pueden ocurrir milagros.

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Un récord que ilumina el desierto

El portento llega en el peor año posible. 2025 había sido, hasta noviembre, un desfile de silencios. Los estrenos originales naufragaban, las secuelas languidecían, y la conversación cinematográfica parecía haber emigrado hacia las pequeñas pantallas, donde guerreras k-pop coronadas por Netflix habían arrebatado al cine el lugar sagrado que siempre fue suyo.

Y de pronto, en medio de ese desaliento industrial, una película de animación ha logrado lo que ni Marvel, ni DC, ni las franquicias más blindadas consiguieron: devolver la ilusión de que el cine puede seguir convocando multitudes.

Ese récord chino no es solo un número. Es una grieta en la muralla del desencanto, una rendija por la que vuelve a entrar la luz.

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El eco que mira hacia Avatar 3

Disney celebra el éxito con la diligencia de quien sabe que todo triunfo es frágil. Pero Hollywood entero observa otra cosa: un presagio. Si Zootrópolis 2 puede doblegar a Endgame, quizá Avatar 3 —esa ciclópea apuesta de James Cameron— pueda traer de regreso la era de los fenómenos globales, cuando el cine respiraba con el ímpetu de un titán y no con el pulso tembloroso del streaming.

La hazaña de Disney no salva el año, pero abre una puerta. En un mercado deprimido donde incluso los titanes vacilan, Zootrópolis 2 se convierte en la primera señal de que los rituales cinematográficos aún pueden convocar a la multitud, de que las salas siguen siendo un templo, aunque a veces amanezcan vacías.

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Más allá del resumen industrial

Sí, la película es prudente. Comedida. Construida con el bisturí del mínimo riesgo. En su interior habita la Disney de los últimos tiempos: calculadora, precavida, autolimitada. No encontrará nadie aquí la ambición lírica de sus grandes clásicos, ni la revolución estética que alguna vez definió su linaje.

Pero quizá precisamente por eso su victoria resulta tan desconcertante: el público ha devuelto a esta película más de lo que ella arriesga. Una respuesta emocional sin correspondencia formal. Un éxito que contradice su propio planteamiento.

Tal vez porque en el eco de su mundo urbano —de sus conejas policías, sus zorros detectives y sus reptiles agraviados— hay algo que recuerda a épocas mejores. Y en tiempos de penuria, incluso un eco puede encender una llama.

El milagro inesperado

Así, Zootrópolis 2 se instala en la historia como la película que rompió la barrera simbólica de Endgame y que, con ello, devolvió dignidad a un calendario cinematográfico que parecía condenado a la irrelevancia.

El cine llevaba meses preguntándose quién sería el primero en agrietar la muralla invisible que separa al público de las salas. Al final no fue un superhéroe. No fue una epopeya espacial. Fue un zorro. Fue una coneja. Fue una ciudad de animales que siguen creyendo en la convivencia, la aventura y el humor.

Zootrópolis 2 no es la gran película de la década, ni pretende serlo. Pero ha ofrecido algo más valioso: un gesto de fe, una chispa que anuncia que los gigantes pueden volver a despertar.

Y en ese despertar, Avatar 3 aguarda como un coloso azul que podría, por fin, restaurar el trono que Netflix arrebató con sus reinas coreografiadas.

Por ahora, este récord sirve como estandarte:
el cine sigue vivo, aunque a veces se haga el ausente.

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