Jurassic World: El Renacer y el choque inevitable entre la inercia del éxito y el ocaso del discurso “woke”
Jurassic World: El Renacer
El choque inevitable entre la inercia del éxito y el ocaso del discurso “woke”
En el horizonte cinematográfico de 2025, pocas producciones despiertan tanta expectación —y al mismo tiempo, tanto escepticismo— como Jurassic World: El Renacer. Heredera directa del linaje fundacional de Steven Spielberg y continuadora del fenómeno global que ha sido Jurassic World desde su relanzamiento en 2015, esta nueva entrega parece predestinada al éxito. Y, sin embargo, la certidumbre de su triunfo se ve matizada por una sospecha que recorre tanto las redes como los análisis de la industria: ¿llegará esta película demasiado tarde con una fórmula ideológica que el público ya no está dispuesto a aceptar?
El peso de la dinastía: la inercia como garantía
Desde 1993, cuando Jurassic Park redefinió la noción de espectáculo en pantalla grande, esta saga ha cultivado una reputación de imbatibilidad comercial. No importa cuán delirantes se hayan vuelto sus argumentos ni cuán recicladas sus dinámicas narrativas: el público acude en masa. En su relanzamiento con Jurassic World, la franquicia no sólo revalidó su poder de convocatoria, sino que lo multiplicó, situando cada entrega entre las películas más taquilleras de su respectivo año. Ese peso de la historia, esa lealtad intergeneracional, es un capital simbólico que no puede despreciarse.

En ese sentido, El Renacer parte con una ventaja insólita: su propio nombre es un imán, un ritual de regreso a una infancia compartida, a una memoria visual grabada en ámbar. La saga no vende dinosaurios: vende pertenencia, mito, nostalgia. Bajo esta lógica, el éxito parece escrito de antemano.
El dinosaurio ideológico en la habitación: la deriva “woke”
Pero hay una sombra que proyecta incertidumbre sobre esta promesa. Jurassic World, en su etapa más reciente, no ha sido ajena a la lógica del Hollywood contemporáneo, ese que en la última década abrazó con entusiasmo una serie de discursos identitarios y representacionales bajo la etiqueta del cine “woke”: presencia femenina protagónica, diversidad étnica visible, inversión de arquetipos tradicionales. En sí mismos, estos elementos no son ni un defecto ni un mérito. Todo depende de su integración orgánica en el relato.

El problema no es que haya protagonistas mujeres o afrodescendientes. El problema surge cuando el guion se subordina a una agenda, cuando los personajes no emanan del corazón del relato sino de una plantilla de corrección política. Y en ese punto, una parte del público ha comenzado a retirarse, percibiendo —con o sin razón— que ya no se le habla al espectador, sino que se le adoctrina. Como si el cine hubiera dejado de narrar para comenzar a predicar.
El péndulo cultural ha oscilado
Hace cinco o seis años, el llamado cine inclusivo podía presentarse como una novedad con poder simbólico. Hoy, en 2025, ese mismo gesto comienza a parecer un peaje agotado, una fórmula percibida como forzada, cuando no directamente como fallida. Lo demuestran los batacazos taquilleros de productos que apostaron todas sus fichas a lo representacional sin cuidar la arquitectura del relato (véanse The Marvels, Indiana Jones y el Dial del Destino, o Lightyear, entre otros).

Y es aquí donde surge la tensión central: Jurassic World: El Renacer parece construida sobre un ADN mixto. Por un lado, una franquicia casi infalible que arrastra a millones por pura inercia afectiva; por el otro, una concepción ideológica que ya no despierta entusiasmo y que, al contrario, levanta recelos entre quienes perciben en ella una maquinaria narrativa desnaturalizada.
¿Quién vencerá: el nombre o el clima?
Este dilema remite, en última instancia, a una pregunta más amplia: ¿puede una saga asegurar su éxito únicamente por su estirpe, cuando el clima sociocultural ha cambiado? ¿Puede el peso del legado vencer al hartazgo de un público que ya no tolera ciertas fórmulas impostadas? ¿O terminará El Renacer siendo una víctima del mismo discurso que pretendía posicionarla en la vanguardia?

Es posible que la película encuentre el equilibrio. Que tome lo mejor de la diversidad sin convertirla en pancarta. Que entienda que los tiempos han cambiado, pero que los espectadores no quieren lecciones: quieren emoción, personajes complejos, y una historia bien contada. Si lo logra, Jurassic World: El Renacer puede ser, sin duda, el mayor éxito de taquilla de 2025.
Pero si no lo consigue, si la agenda ahoga el relato, si la nostalgia no basta para sostener el artificio, entonces esta entrega podría convertirse en el capítulo más débil de una saga invencible, y acaso en un ejemplo tardío de cómo las ideas nobles, mal encajadas, pueden volverse en contra del propio espectáculo.