Kai Cenat y el colapso del relato: cuando la fama improvisada secuestra la cultura juvenil
Kai Cenat y el colapso del relato: cuando la fama improvisada secuestra la cultura juvenil
Vivimos tiempos donde la forma ha devorado al fondo, y el ruido ha vencido a la palabra. En este teatro posmoderno, Kai Cenat aparece como uno de sus bufones coronados: un joven estadounidense que, armado con una webcam, una jerga propia y una risa atronadora, ha conquistado a más de 18 millones de seguidores en Twitch y ahora ha sido ungido por la revista Time como una de las 100 voces más influyentes del mundo digital en 2025.
Un honor que, lejos de enaltecer la cultura, la empobrece.
Porque Kai no representa la creatividad, sino su caricatura.
No encarna la inteligencia, sino su simulacro viral.
De la improvisación al vaciamiento
Cenat se ha convertido en un referente sin contenido, en un tótem improvisado cuya fuerza nace del gesto inmediato y el entretenimiento vacío. Su éxito se construye sobre emisiones en directo sin guion, donde la risa nerviosa y los chillidos compiten con videojuegos, bromas internas y rituales repetitivos que embriagan a una audiencia demasiado joven para filtrar lo que ve.
Su palabra más famosa, “rizz”, abreviatura callejera de charisma, ha sido canonizada por Oxford como palabra del año. Pero detrás de esta aparente gracia lingüística, se esconde un sistema donde el lenguaje se reduce a tics, a eslóganes que desactivan el pensamiento crítico y moldean la identidad en base al meme.
Kai no enseña, no provoca reflexión, no deja legado: simplemente entretiene.
Y eso, precisamente eso, es lo peligroso.
El bluff como modelo cultural
En su figura se condensa lo peor del presente: la glorificación del ruido, la monetización de lo efímero, la viralidad como única medida de valor. Kai Cenat no es culpable: es síntoma. Es la consecuencia directa de una generación desprovista de referentes reales, entregada al scroll eterno, donde cada segundo debe impactar y desaparecer sin dejar rastro.
Time lo eleva a la categoría de voz influyente. Pero ¿influyente en qué? ¿En banalizar el lenguaje? ¿En anestesiar el pensamiento? ¿En imponer una estética del grito y la hiperactividad que reemplaza la conversación, la narración, el aprendizaje?
La respuesta está en los jóvenes que lo imitan, lo veneran, lo repiten.
La juventud como mercado
Kai no es un artista. Es un producto. Un envase de energía hiperactiva diseñado para mantener a los más jóvenes dentro del sistema de consumo digital. Su éxito no es espontáneo: es funcional. Sirve al algoritmo, al capital de las plataformas, al negocio de la atención.
Y eso lo hace especialmente nocivo: porque su estilo parece libre, pero encadena. Porque su risa parece auténtica, pero en realidad marca el ritmo del vaciamiento cultural de una generación que aprende más de Twitch que de los libros, más del “clip” que del “contexto”.

Streamer university: la pedagogía del vacío
Como colofón de su imperio, Cenat ha fundado la Streamer University, un campus donde enseña a nuevos creadores a emular su estilo. Lo que debería ser una oportunidad educativa se convierte en una escuela del presente más hueco: espectáculo sin sustancia, éxito sin mérito, fama sin razón. Es el fast food del pensamiento.
Epílogo: el precio de la influencia
Cuando los ídolos de una generación son figuras que construyen identidad desde el exceso, la fragmentación y el grito, no estamos ante una evolución cultural: estamos ante su colapso. Kai Cenat puede parecer inofensivo, incluso simpático. Pero es el espejo deformado de una juventud que ya no tiene tiempo para el arte, la lectura o la contemplación.
El tiempo dirá si esta fiebre digital dejará algún fruto o solo ceniza.
Por ahora, lo único claro es que Time no ha premiado a un creador.
Ha canonizado a un síntoma.