«La hipoteca no se paga sola: la paga un inquilino que trabaja todo el día para ti. No es la casa la que produce riqueza, es su habitante, exprimido mes a mes, entregando una porción creciente de su sueldo para financiar tu propiedad.»
«Vivir de las rentas no es inofensivo, hace daño, porque ese dinero sale del bolsillo de alguien»
Jaime Palomera: «El fantasma del okupa, es lo último que le queda a la extrema derecha»
La España de propietarios que quería Franco cristalizó en una sociedad «neofeudal» y rota por el rentismo. La vivienda se ha convertido en una gallina de los huevos de oro; pero la cosecha la recogen cada vez menos ricos. Los grandes tenedores y los fondos de inversión son los «dueños» de la selva inmobiliaria. Y el fetichismo de la renta; ese que te cuelan los influencers cuando te dicen que «la hipoteca se paga sola», hace más daño del que pensamos. Jaime Palomera aborda todas estas cuestiones en El secuestro de la vivienda (Península). El doctor en antropología económica y activista por el derecho a la vivienda cuestiona cada uno de los mitos que giran en torno a un mercado tan rentable como enloquecido. Y lo hace con la experiencia de haber jugado muchas tardes al Monopoly. Eso sí, sabe que esta partida está completamente «amañada».
El título del libro es contundente, ¿quién tiene secuestrada la vivienda?
Las personas que tienen dinero están comprando casas y acumulando cada vez más activos; cuantas más casas compran, más suben los precios. Lo que está secuestrado es la función social de la vivienda. Vivimos en una especie de Monopoly: si tú entras en una partida que está empezada, te vas a encontrar con casi todas las calles compradas, cuesta mucho encontrar una libre y cada vez que das una vuelta, tienes que pagar alquileres más altos. En poco tiempo te darás cuenta de que estás arruinado y fuera de la partida, pero es que además, hablamos de un Monopoly amañado.
Los que tienen muchas casas reciben dinero público –mediante deducciones fiscales– para comprar todavía más viviendas. La gente trabajadora que quiere adquirir un piso, en cambio, paga más impuestos que nadie. Es importante darle la vuelta a esto. Tenemos que subir los impuestos a quien tiene muchas casas y sólo quiere acaparar, para bajárselos a los que tienen por delante un futuro cada vez mas negro. Los ricos se están comiendo a la gente trabajadora y a las clases medias…
Habla de un «Monopoly amañado» por los beneficios fiscales que tienen los propietarios y la facilidad con la que suben los precios. ¿Cuántas partidas van a aguantar los jugadores más pobres y precarios?
Las clases trabajadoras han crecido con la idea de que su propio esfuerzo les permitiría labrarse un futuro como el de sus padres y abuelos, tener un piso en propiedad. Es una quimera. Los ricos están acaparando cada vez más casas y han convertido el negocio inmobiliario en su principal fuente de riqueza. La sociedad de propietarios se está estrechando cada vez más y si nada cambia, llegaremos a un modelo de pirámide social en el que los ricos tendrán cada vez más patrimonio y habrá masas enormes de gente cada vez más pobre. Estamos en ese camino.

Y no sólo hablamos de gente trabajadora; muchas personas que en su día han podido comprar una casa ahora tienen que venderla para recibir los cuidados que necesitan y pasar una jubilación decente. Los datos hablan por sí solos. El mercado del alquiler ha aumentado durante los últimos diez años en 1,3 millones de viviendas. Estas casas no se han construido. ¿De dónde salen? Pues de pequeños propietarios que las han ido perdiendo con las sucesivas crisis y han acabado en manos de personas con dinero que abogan por ponerlas en el mercado del alquiler. Esto lo que está haciendo es disparar la desigualdad.
El fantasma del okupa es lo último que les queda a los ricos para que no hablemos de cómo se enriquecen
La política del ladrillo tampoco ayudaría a sofocar la emergencia habitacional, ¿no?. El tablero del Monopoly es limitado…
Claro. Los economistas nos han contado el cuento de que el mercado de la vivienda es un mercado donde la oferta y la demanda se autorregulan; nos han dicho que cuanta más oferta, más bajarán los precios. La historia nos enseña que esto es mentira. En los últimos 70 años todos los booms inmobiliarios donde se ha construido más que nunca han coincidido también con las mayores subidas de los precios. Los mercados de la vivienda no son mercados competitivos. Las casas están construidas sobre un bien naturalmente escaso que es el suelo; nadie puede ampliar la superficie que nos ha dado la naturaleza.
El suelo es un bien de primera necesidad. Lo podemos ver con un caso práctico. Si las naranjas suben de precio, puedes sustituirlas por mandarinas o por manzanas, incluso puedes dejar de consumir fruta. Eso no ocurre con la vivienda; siempre vas a necesitar una casa. Los que poseen terrenos e inmuebles lo saben y por eso los precios suben por encima de los salarios y de la economía real. Es lo que pasa cuando la vivienda está en manos del mercado: los precios siempre van a subir, por mucho que se apueste por la construcción.
Y por si fuera poco, tenemos ahora otro conflicto: jugadores que quieren pagar sus rentas, pero tienen caseros que prefieren poner sus casillas en el mercado turístico, para exprimir todavía más el negocio. ¿Qué deben hacer las administraciones?
Las casas no fueron creadas para convertirse en hoteles. Lo que ocurre es que la gente que tiene mucho dinero disfruta de una serie de incentivos para dedicar su riqueza a la compra de más bienes inmuebles. El mercado turístico tiene rentabilidades altísimas, mucho más que el de los alquileres convencionales. Las administraciones han tomado medidas paliativas que actúan –de manera tímida– sobre los síntomas, tratan de limitar los usos especulativos de la vivienda. El problema es que mientras las casas sigan siendo un activo como el oro y los ricos no tengan ningun impedimento para especular, todo va a seguir igual.
Franco diseñó un modelo de sociedad en el que había perdedores y ganadores, los que tenían muchas propiedades y los que no tenían ninguna. ¿Ha estallado este modelo?
El problema del rentismo es consustancial a la historia de las ciudades modernas. Los gobiernos de principios del siglo pasado, conscientes de la enorme desigualdad que se estaba generando, propusieron crear sistemas regulados de vivienda pública para sacar el suelo y las viviendas de la máquina rentista. Franco, en cambio, apostó por una democracia de propietarios. Este modelo funcionó durante 50 años para dos generaciones, pero la gente pronto empezó a endeudarse: los precios subían más rápido que los salarios y la deuda era la única forma de acceder a una vivienda en propiedad.
La sociedad de propietarios está en crisis. El modelo se está rompiendo tanto por arriba como por abajo, para dar paso a una estructura casi neofeudal. Lo que define ahora tu futuro no es tu capacidad de ahorro, sino la familia en la que has nacido, las posibilidades que vas a tener de heredar. Esto explica que los jovenes crean cada vez menos en las democracias.
Verdad o mito. ¿España es un país de pequeños propietarios?
La mayoría de la sociedad sigue siendo propietaria, pero cada vez cuesta más acceder a una casa y crece el número de personas que viven de alquiler. Es importante entender que buena parte de la oferta está en manos de personas que tienen al menos tres viviendas alquiladas, es decir, multipropietarios que tienen tres rentas. Y aquí sí que tenemos que romper un mito. No es verdad que la gente trabajadora dependa de las rentas que recibe. El alquiler sólo representa entre el 7% y 9% de lo que ganan. Los que dependen realmente de este negocio son los que tienen ingresos de más de 600.000 euros al año. En estos casos, la proporción de lo que representa el alquiler crece hasta el 35%.
A largo plazo casi todos vamos a tener que vivir de alquiler, incluso quienes tienen una propiedad
El hecho de que casi toda la población sea propietaria puede explicar las dudas a la hora de intervenir el mercado en favor de la minoría que no lo es, ¿no?
Esto es en parte otro mito. Lo que nos enseñan los datos es que la inmensa mayoría de las personas estarían a favor de que la vivienda fuese más barata aunque eso implicase una bajada del precio de su propiedad. El 75% de la gente respondió en una encuesta reciente que le parecería bien la medida si así los ciudadanos que no pueden acceder a una vivienda digna tienen más posibilidades. Los padres y abuelos están angustiados porque ven que sus hijos y nietos van a tener complicado heredar una casa o comprar un piso, ven que el mercado del alquiler los está empobreciendo. Las nuevas generaciones lo van a tener difícil para subirse a esa sociedad de propietarios.