La impostura de los premios Feroz: el arte relegado ante la dictadura del espectáculo de redes

La paradoja de los premios Feroz: entre la denuncia y el espectáculo vacío

Los premios Feroz, concebidos como un escaparate de lo mejor del cine y las series en España, han ganado notoriedad por su vocación crítica y su intención de desmarcarse de otros galardones tradicionales, como los Goya. Sin embargo, con el paso de los años, estas aspiraciones se han visto comprometidas por una contradicción fundamental: el aparente desinterés por la coherencia entre su discurso y sus prácticas.

En ediciones recientes, los Feroz han puesto en evidencia su propia inconsistencia. Mientras se erigen como defensores de la cultura y la industria audiovisual, denunciando abusos de poder, desigualdades y los efectos alienantes del consumismo mediático, su alfombra roja se ha convertido en un desfile protagonizado por influencers. Estos personajes, cuya presencia está más ligada a su capacidad de generar clics que a su relación con el mundo del cine o la televisión, han desplazado a actores, directores y guionistas, quienes deberían ser los verdaderos protagonistas de la velada.

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La cultura como excusa: el peso de la economía de la atención
Es evidente que esta estrategia responde a un cálculo económico: los influencers aseguran visibilidad inmediata y un alcance mediático que pocos actores o cineastas pueden garantizar. A través de sus millones de seguidores, las galas de los Feroz logran penetrar en segmentos de audiencia que, de otro modo, permanecerían indiferentes. Pero esta decisión revela una desconexión preocupante con los valores que los premios afirman defender.

La cultura, en este contexto, se convierte en un mero decorado, un pretexto para generar contenido que optimice el rendimiento publicitario. La alfombra roja ya no es un espacio para celebrar el talento ni para visibilizar las complejidades de la creación audiovisual, sino una pasarela donde prima la estética superficial y el espectáculo efímero. Lo que se celebra no es el arte, sino la capacidad de capturar la atención, un recurso que, en la era digital, se traduce directamente en beneficio económico.

El dilema ético de la incoherencia
Más allá de la estrategia de marketing, este fenómeno plantea un dilema ético. ¿Cómo pueden los Feroz erigirse como una plataforma crítica y comprometida mientras perpetúan las dinámicas que dicen rechazar? Por un lado, denuncian la mercantilización de la cultura y la trivialización de los valores artísticos, pero, por otro, abrazan sin reparos las lógicas del mercado, donde la popularidad mediática vale más que el mérito.

Esta contradicción es particularmente evidente en el contexto de sus reivindicaciones sociales. Los Feroz se han posicionado como un foro para señalar abusos de poder en la industria y abogar por un cambio estructural, pero al mismo tiempo legitiman un ecosistema donde lo efímero y lo rentable desplazan a lo sustantivo.

¿Qué queda del arte?
La pregunta que surge entonces es: ¿qué queda del arte y de los artistas en esta ecuación? Mientras los influencers ocupan el foco, los verdaderos arquitectos de las historias que alimentan la industria quedan relegados a un segundo plano, invisibilizados por la dictadura del algoritmo y las métricas. Este desplazamiento no solo es un insulto al talento y al esfuerzo, sino también una pérdida para el público, que ve cómo los valores artísticos se diluyen en favor de la rentabilidad inmediata.

Una oportunidad desperdiciada
Los premios Feroz nacieron con el potencial de ser algo más: un espacio donde la crítica cinematográfica pudiera dialogar con la creación artística, donde se celebrara la diversidad de voces y perspectivas que hacen del cine y las series un reflejo indispensable de nuestra sociedad. Pero, al priorizar el impacto mediático sobre la esencia cultural, han renunciado a esa posibilidad.

En un panorama donde el cine y la televisión enfrentan desafíos constantes, desde la competencia con plataformas globales hasta la precarización de los creadores, los Feroz podrían haber sido un bastión de resistencia, un lugar para reivindicar el valor del arte frente a la inmediatez del espectáculo. En lugar de eso, han optado por el camino fácil, el que asegura clics y menciones, pero sacrifica la profundidad y la autenticidad.

Conclusión: un llamado a la coherencia
Los premios Feroz se encuentran en una encrucijada. Si quieren mantener su relevancia y credibilidad, es imprescindible que reconsideren sus prioridades y alineen sus prácticas con los valores que promulgan. Esto no significa renunciar a la visibilidad ni a las estrategias de promoción, pero sí implica devolver el protagonismo a quienes realmente lo merecen: los creadores, actores, y técnicos que hacen posible la magia del cine y las series.

La cultura no puede ser solo un eslogan ni un escaparate; debe ser un compromiso. Y, en última instancia, los Feroz deberán decidir si quieren ser recordados como un símbolo de integridad artística o como otro ejemplo más de la banalización de la industria cultural.

Críticas a los Premios Forqué por priorizar a los influencers sobre los profesionales del cine
La alfombra roja de la gala se llenó de rostros populares de las redes sociales que poco o nada tienen que ver con el motivo de estos premios: el cine.

Madame de Rosa en los Premios Forqué 2024
El pasado 14 de diciembre tuvo lugar en el Palacio de IFEMA de Madrid la entrega de los Premios Forqué, una gala que celebra e inaugura la temporada de premios de nuestro cine. Allí pudimos ver rostros «tan importantes» para el cine español como Dulceida, Madame de Rosa, Violeta Mangriñán o Roro, que como mucho habrán estrenado un documental contando lo duro y difícil que es ser una persona enganchada al trabajo de las redes sociales.

Esta decisión por parte de los premios, donde cada vez se ven menos guionistas, maquilladores y maquilladoras, directores y directoras de fotografía, peluqueros y peluqueras, sonidistas, productores y productoras, auxiliares de producción, editores y editoras y un largó etcétera de los verdaderos e imprescindibles profesionales del cine, no es algo que haya sentado muy bien ni a estas profesiones ni al resto del público que valora la importancia del audiovisual en España.

Lo que de verdad importa
Con este tipo de invitaciones, el público ha criticado que la organización consigue que al final se dediquen más titulares y noticias alrededor de la vida de influencers, como la reaparición de Madame de Rosa y la polémica de su exmarido, que sobre el cine y sus profesionales. Así, aunque los premios puedan conseguir más audiencia por el hecho de tener a personas con millones de seguidores, se desvía el foco del motivo real por el que estos se celebran.

Carolina Yuste premio Forqué 2024 por ‘La infiltrada’
‘El 47’ y ‘Querer’ triunfaron llevándose todos los premios a los que estaban nominadas en la categoría de película y serie, respectivamente. También destacaron otros rostros como los de Carolina Yuste, que se llevó el galardón a mejor actriz por ‘La infiltrada’, o Eduard Fernández, mejor actor por ‘Marco’.

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