La soledad expandida: primeras impresiones de Death stranding 2: on the beach

La soledad expandida: primeras impresiones de Death stranding 2: on the beach

La esperada continuación del inquietante viaje de Sam Porter Bridges se perfila, según las primeras impresiones, como una evolución natural y audaz del universo forjado por Hideo Kojima. Death stranding 2: on the beach no abandona su impronta esencial —una visión melancólica y onírica de la conexión humana en un mundo quebrado—, pero la recodifica con una estructura más ágil, unos combates afinados y una jugabilidad más accesible, sin que ello implique renunciar al misterio ni a la poética de su propuesta.

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Donde el primer Death stranding era una experiencia contemplativa, casi ritual, marcada por la lentitud y el aislamiento como experiencia estética, esta segunda entrega acelera su ritmo narrativo y ofrece herramientas —desde nuevas armas hasta un abanico de medios de transporte— que amplifican el control y las posibilidades estratégicas del jugador. Sin diluir el mensaje, el juego parece asumir que la dureza ya fue mostrada, y que ahora toca modular la dificultad para abrir la puerta a una audiencia más amplia, sin por ello perder su alma.

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El nuevo viaje de Sam —que lo llevará de los desiertos mexicanos a los parajes abruptos y salvajes de Australia— no solo extiende su geografía, sino también el alcance emocional y técnico de la saga. El título aprovecha a fondo la potencia de PS5: el realismo fotográfico con que se representan los terrenos, los efectos climáticos o la fauna autóctona australiana roza lo pictórico. La meticulosidad con que han sido esculpidos los rostros de los actores empieza, incluso, a escapar del tradicional «valle inquietante» de los videojuegos, coqueteando con una nueva forma de naturalismo digital, casi cinematográfico.

Pero donde el juego verdaderamente destaca es en cómo entrelaza esa tecnología con un discurso íntimo. El mundo sigue siendo hostil, cambiante y cargado de símbolos; los enemigos sobrenaturales y los nuevos antagonistas humanos son tan letales como el paisaje mismo. Y sin embargo, en ese caos, Kojima vuelve a situar al individuo, a Sam, como figura silenciosa que carga, une y repara. Las decisiones tácticas, la evolución personalizada del protagonista y las nuevas mecánicas de asistencia convierten cada partida en un retrato de la forma de jugar de cada quien, como si el juego mismo fuera también un espejo.

ds2_sxsw2025_screenshots001-1024x576 La soledad expandida: primeras impresiones de Death stranding 2: on the beach

Las opciones de combate han sido refinadas: desde granadas holográficas que engañan al enemigo hasta el uso estratégico del ciclo día-noche, el diseño incita tanto a la acción como al sigilo. Sin embargo, la violencia nunca se glorifica, sino que aparece como un elemento más dentro del vasto abanico de elecciones que el jugador debe tomar.

En suma, Death stranding 2: on the beach parece avanzar hacia un equilibrio entre la meditación y la acción, entre el aislamiento y la conexión. La propuesta sigue siendo profundamente singular, pero ahora más abierta, más matizada. Una evolución que no niega sus orígenes, sino que los multiplica: si la primera entrega fue una elegía sobre el peso del mundo, esta parece una invitación a caminar más lejos, más rápido, pero sin dejar de mirar el horizonte.

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