Titanes de humo: el espejismo del éxito de Xbox sobre la tumba de sus trabajadores

Titanes de humo: el espejismo del éxito de Xbox sobre la tumba de sus trabajadores

Mientras los portales satélite y aduladores de Xbox celebran, con júbilo casi religioso, que cuatro de los cinco juegos más vendidos en Estados Unidos durante mayo de 2025 llevan el sello de Microsoft, cuesta no percibir el hedor acre de una doble moral corporativa. Porque, ¿qué clase de triunfo es aquel que se edifica sobre el despido masivo de más de 9000 empleados? ¿Cómo puede proclamarse una era dorada mientras se clausuran miles de hogares? El cinismo se disfraza de estadística, y el marketing maquilla la tragedia humana con una sonrisa digital.

El artículo que se nos presenta —y que otros replican sin pestañear— alardea con cifras, con rankings, con titulares altisonantes: Xbox arrasa en ventas, estrategia multiplataforma funcionando, presencia apabullante. Pero entre los renglones no hay espacio para la memoria de los caídos, para los creativos, ingenieros, testers, diseñadores, responsables de comunidad, personal de soporte… todos convertidos en números silenciados mientras la maquinaria de las relaciones públicas engrasa su rueda con sangre laboral.

La narrativa de la victoria empresarial aquí es profundamente deshonesta. El éxito comercial no debería aplaudirse cuando viene acompañado de una devastación humana deliberada, ejecutada desde las alturas por los mismos directivos que ahora se regodean en su «eficiencia». Phil Spencer y compañía han pilotado esta nave con rumbo a un iceberg, y mientras el puente de mando se sirve champán sobre las buenas cifras de Doom: The Dark Ages o Oblivion Remastered, la tripulación es arrojada por la borda sin paracaídas.

Más aún, este clima de autocelebración editorial revela el grado de dependencia informativa que muchas webs han desarrollado frente a Xbox. Críticos que ya no critican, redactores que no redactan sino repiten, medios que han pasado de ser observadores a simples voceros de la maquinaria corporativa. En lugar de contextualizar los datos con una mirada crítica —»sí, Xbox vende, pero a qué precio humano»—, optan por el triunfalismo servil, borrando todo atisbo de conciencia ética en favor de la accesibilidad a códigos, entrevistas o campañas de marketing.

Este fenómeno no es nuevo, pero sí cada vez más evidente. Se parece peligrosamente a la burbuja de influencers de videojuegos, donde el carisma se convierte en capital, la crítica en clickbait, y el análisis profundo en un meme de 30 segundos. En este ecosistema, lo que debería generar reflexión se convierte en propaganda, y lo que debería ser denuncia se transforma en trending topic. Microsoft domina los rankings, sí, pero también domina la narrativa. Y eso, para una industria que alguna vez fue sinónimo de imaginación y rebeldía, debería dar escalofríos.

Así que no, no es una victoria. Es un espejismo de poder sostenido por despidos masivos, por decisiones avariciosas, por una visión del videojuego como mero producto financiero. Y mientras los medios palmeros aplauden con entusiasmo programado, el jugador pensante —ese que aún cree que el videojuego es arte, cultura y oficio— debería mirar más allá del ranking, más allá del remaster, más allá del logo. Porque en la trastienda de este top 5, hay 9000 razones para no festejar.

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