Torre Baró y el transporte en 2025: donde el taxi y «El 47» llegan, pero Uber desaparece
Torre Baró sin Uber
Torre Baró: el barrio que desafía a todos
En lo alto de la montaña que abraza Barcelona, oculto tras su verde fachada, se encuentra Torre Baró. Es un barrio que parece haberse detenido en el tiempo, donde la modernidad y el progreso que se exhiben en el centro de la ciudad no logran atravesar sus serpenteantes calles. Torre Baró no es solo un barrio, es un símbolo de resistencia y abandono, una muestra de cómo las instituciones y las grandes empresas han fallado a quienes habitan los márgenes.
La paradoja del transporte
El transporte público, ese indicador clave de inclusión y accesibilidad, cuenta aquí una historia dolorosa. La zona depende de un sistema de autobús a demanda, un servicio que, aunque suena innovador, en la práctica no responde a las necesidades de la comunidad. Reservar con antelación para tareas tan simples como ir al médico o comprar pan convierte cada trayecto en una hazaña. Torre Baró sin Uber

La situación podría parecer una oportunidad perfecta para las grandes empresas de transporte privado como Uber y Cabify, que prometen ser el puente entre la necesidad y la movilidad. Pero estas compañías, a pesar de su discurso de inclusión y eficiencia, han elegido ignorar Torre Baró. Su ausencia no es técnica, sino estratégica: las calles empinadas y los márgenes económicos de este barrio no resultan rentables.
Empresas con discurso y sin acción
Uber y Cabify han construido su imagen pública como salvadores del transporte moderno. Con eslóganes que apelan a la equidad y la sostenibilidad, han logrado posicionarse como soluciones accesibles. Pero cuando miramos a barrios como Torre Baró, donde los problemas de movilidad son reales y urgentes, su discurso se desvanece.

El aislamiento de Torre Baró no encaja en los algoritmos de estas empresas. Aquí no hay un flujo constante de clientes dispuestos a pagar tarifas dinámicas. No hay grandes trayectos hacia aeropuertos ni un público que engorde las estadísticas de rentabilidad. Es una decisión de negocio, pero también una omisión ética. ¿Dónde está la responsabilidad social que tanto promocionan?
Más que un barrio olvidado
El caso de Torre Baró es una historia de abandono político y empresarial, pero también de resistencia comunitaria. A pesar de las carencias, los vecinos han construido una red de apoyo que desafía al aislamiento. Aquí, la solidaridad no es un valor abstracto, es una herramienta diaria.
Sin embargo, esta autogestión no debería ser la única respuesta. El Ayuntamiento de Barcelona, tan dispuesto a hablar de inclusión y cohesión social, parece haber olvidado que Torre Baró también es Barcelona. Las mejoras llegan a cuentagotas, y las soluciones reales quedan relegadas a promesas electorales.

Entre la crítica y la oportunidad
El desafío de Torre Baró no debería ser solo un espejo de nuestras fallas, sino también una invitación a imaginar soluciones diferentes. Uber, Cabify y otras empresas tienen la oportunidad de demostrar que su modelo puede adaptarse a las necesidades reales de comunidades vulnerables. Sería un gesto que no solo cerraría brechas, sino que también consolidaría su papel en una movilidad realmente inclusiva.
Por su parte, el Ayuntamiento debe ir más allá de parches simbólicos. Torre Baró necesita un transporte público eficiente, servicios accesibles y una infraestructura que no perpetúe su aislamiento. No se trata de caridad, sino de derechos básicos.
Una lección para Barcelona
Torre Baró es un recordatorio de que una ciudad no puede presumir de ser moderna y equitativa mientras partes de ella sigan relegadas al olvido. Es un barrio que nos muestra las contradicciones de una sociedad que avanza a dos velocidades.
Mientras el resto de Barcelona vive con un pie en el futuro, Torre Baró sigue luchando por ser parte del presente. Y esa lucha, la de un barrio que no se rinde, debería ser inspiración suficiente para que todos —instituciones, empresas y ciudadanos— se comprometan a construir una ciudad que no deje a nadie atrás.