Ver gratis Kung fury 2 | El arte marcial de naufragar en Hollywood

Delirio financiado: cuando el homenaje se convierte en Frankenstein de lujo

Hubo un tiempo en que el cine de serie B era un territorio de resistencia: barato, urgente, insolente, con más sudor que trama y más sangre que presupuesto. Hoy, paradójicamente, lo barato sale caro. Lo urgente se planifica con inversores chinos y pitch decks en PowerPoint. Y la insolencia… la insolencia ha sido licenciada, subtitulada y convertida en content. En este nuevo orden de nostalgia organizada, Kung fury 2 emerge como un objeto cinematográfico no identificado: ¿es una continuación de un chiste que se nos fue de las manos o un intento serio de construir un universo a partir del caos pixelado de los ochenta?

VER GRATIS EL FILM ORIGINAL EN CASTELLANO

La película —o lo que de ella existe, que es más bien una promesa atrapada en los engranajes de una querella internacional— parece encarnar todas las contradicciones de nuestro tiempo: es un filme grindhouse sin grasa, una gamberrada con planificación financiera, una broma con contrato. Y sin embargo, sigue latiendo bajo sus capas de ironía, como un experimento perdido de Cronenberg: a medio nacer, a medio corromperse.

Este artículo no pretende resolver su destino, sino examinarlo desde el placer de lo irresuelto. A medio camino entre la crónica judicial y el ensayo cinéfilo, lo que sigue es un homenaje —no exento de carcajada— a una película que podría haber sido sublime en su delirio, y que quizá lo sea, precisamente, por no haberse terminado nunca.

Desde las páginas de Variety —ese oráculo de los dioses del celuloide— nos llega la noticia, envuelta en misterio y sospechosamente oportuna, de la “filtración” (¡oh, cuán traviesa puede ser la casualidad!) de un vídeo de casi once minutos de metraje de Kung fury 2, la esperada —y eternamente postergada— secuela del mediometraje que, en 2015, convirtió a David Sandberg en el profeta pixelado del cine retro-ochentero más autoparódico. Aquel delirio lleno de sintetizadores, dinosaurios y artes marciales cibernéticas que incendió Internet y le arrancó carcajadas incluso al algoritmo de YouTube.

Captura-de-pantalla-1290-fotor-2025051181557-1024x421 Ver gratis Kung fury 2 | El arte marcial de naufragar en Hollywood

Tal fue el revuelo, que en 2019 Sandberg pasó de ser un mesías del VHS en clave de meme a director de un largometraje de verdad, con estrellas de carne y ego como Michael Fassbender, David Hasselhoff y hasta el mismísimo Arnold Schwarzenegger —que accedió a participar, presumiblemente, entre una sesión de press de bíceps y otra de geopolítica vienesa. Con más de 30 millones de dólares de presupuesto, la cosa prometía ser un festín de exceso con carta blanca para lo absurdo.

Captura-de-pantalla-1289-fotor-2025051181631-1024x419 Ver gratis Kung fury 2 | El arte marcial de naufragar en Hollywood

Pero el sueño, como tantos en Hollywood, no tardó en pasar al capítulo de “pesadillas de preproducción”. A mediados de 2020, cuando todos culpábamos al virus de nuestras desgracias, Kung fury 2 se topó con un enemigo mucho más silencioso y letal: el litigio corporativo. Una disputa legal entre los productores y la filial estadounidense de Creasun —el inversor chino encargado de poner 10 de los muchos millones— dejó la película en el limbo. Y no precisamente ese limbo de los videojuegos arcade, sino el legal, donde las películas agonizan en silencio entre montañas de papeles y cafés fríos.

Captura-de-pantalla-1288-fotor-2025051181716-1024x414 Ver gratis Kung fury 2 | El arte marcial de naufragar en Hollywood

Casi cinco años después, la situación sigue tan parada como el guion de Avatar 5. Sandberg, pobre, ha visto cómo su prometedora carrera se ha convertido en una anécdota para cenas cinéfilas: “¿Te acuerdas de aquel tipo que dirigió esa cosa de Hitler karateka?”. Y así, el que pudo ser el heredero gamberro de John Carpenter terminó siendo una nota a pie de página con neones.

Y sin embargo, el vídeo filtrado está aquí. Se supone que es un material promocional interno —aunque, si uno es malpensado (y en la industria hay motivos para serlo), parece más bien una carta desesperada enviada al mundo, con efectos a medio hornear y una advertencia tácita: esto podría haber sido glorioso, si alguien hubiera pagado la factura. Advertencia también: contiene spoilers, cameos y probablemente algún chiste visual sobre unicornios que viajan en el tiempo.

Captura-de-pantalla-1287-fotor-2025051181746-1024x438 Ver gratis Kung fury 2 | El arte marcial de naufragar en Hollywood

¿Veremos Kung fury 2 algún día en una sala de cine que no sea la de los sueños frustrados? Quién sabe. Después de todo, Deadpool también nació de una filtración convenientemente “accidental” y acabó construyendo una franquicia entera para gloria de Ryan Reynolds (y su cuenta bancaria). Este mismo año, Coyote vs. Acme, otra película que ya dábamos por enterrada bajo toneladas de burocracia, ha resucitado gracias a la intervención de Ketchup Entertainment —sí, suena a chiste, pero es real— y tendrá su debut en el Marché du Film paralelo a Cannes, ese escaparate donde los proyectos imposibles encuentran compradores con fe y dinero.

Captura-de-pantalla-1286-fotor-2025051181822-1024x418 Ver gratis Kung fury 2 | El arte marcial de naufragar en Hollywood

Tal vez Kung fury 2 aún tenga una vida por delante. Porque en este mundo donde los dinosaurios nazis viajan en el tiempo, los efectos inacabados se convierten en leyenda, y Hasselhoff canta en serio, cualquier cosa —hasta el milagro de terminar una película— puede pasar.

Pero más allá del vodevil judicial y de las filtraciones de metraje semihorneado, Kung fury 2 plantea —en su mera existencia, incluso inconclusa— una cuestión nada menor para los devotos del cine de culto, y más específicamente del cine grindhouse: ¿dónde termina la parodia y dónde comienza la recreación sincera? ¿Cuándo deja de ser una caricatura nostálgica y se convierte, por acumulación o por amor, en una obra legítima dentro del mismo linaje de excesos que pretende homenajear?

Captura-de-pantalla-1285-fotor-2025051181911-1024x412 Ver gratis Kung fury 2 | El arte marcial de naufragar en Hollywood

El primer Kung fury era una broma interna amplificada a escala mundial: un cortometraje que bebía del absurdo programado de la era VHS, de los ninjas, los hackers, los vikingos espaciales, los viajes en el tiempo y el nazismo convertido en videojuego de sobremesa. Su encanto residía en la economía del delirio: 30 minutos, una estética deliberadamente cutre y una conciencia irónica que nunca se tomaba demasiado en serio. Pero con la secuela (o más bien, con esta primera tentativa de largometraje), algo cambia: el pastiche empieza a tensarse. Y es ahí donde el juego se complica.

Porque lo que Kung fury 2 parece haber intentado —y quizá lo logró, aunque sólo lo sabrán los dioses del montaje— no es sólo redoblar la parodia, sino insuflarle músculo narrativo, carácter visual y escala épica. ¿Puede el grindhouse sobrevivir a una superproducción de 30 millones de dólares? ¿Puede un homenaje seguir siendo mordaz cuando tiene a Fassbender en lugar de un doble mal pagado con peluca? ¿O se transforma en otra cosa: una simulación de serie B de altísimo presupuesto, que ya no se ríe de sus referentes, sino que quiere ser uno de ellos?

Captura-de-pantalla-1284-fotor-2025051181953-1024x422 Ver gratis Kung fury 2 | El arte marcial de naufragar en Hollywood

Ahí está la frontera delicada que todo creador enfrentado al archivo de lo marginal debe cruzar: hacer cine “como antes” —es decir, con esa libertad sucia, provocadora, chapucera y genial de los años setenta y ochenta— sin caer en la postal. Porque el riesgo de la imitación es el manierismo, y el riesgo de la ironía permanente es la esterilidad. Si Kung fury 2 quería aspirar a algo más que al chiste reciclado del tráiler falso, debía, paradójicamente, tomarse un poco en serio. No a sí misma, sino a su linaje: el cine de explotación, con su erotismo delirante, su gore de látex, sus persecuciones a ritmo de sintetizador y sus héroes sin complejos, no fue sólo un artefacto risible. Fue también un espacio de libertad formal, de riesgo político, de invención por escasez.

Captura-de-pantalla-1283-fotor-2025051182030-1024x420 Ver gratis Kung fury 2 | El arte marcial de naufragar en Hollywood

Sandberg parecía, en ese tránsito, querer mutar de parodista a heredero. Y ahí reside el verdadero drama detrás de su limbo jurídico-creativo: en que Kung fury 2 no era simplemente “más de lo mismo”, sino tal vez un salto al vacío con ambición cinéfila. El grindhouse, cuando es bien recreado, deja de ser kitsch para convertirse en arqueología emocional: un cine que recuerda con violencia lo que el cine ha dejado atrás.

Pensemos en Planet Terror de Robert Rodriguez o Hobo with a Shotgun de Jason Eisener. Ambas películas cruzan esa línea con osadía: son al mismo tiempo sátiras y ofrendas, gestos camp y ejercicios de estilo brutalistas, construidos desde un amor absoluto por aquello que la academia desprecia y los programadores de madrugada veneran. Kung fury 2, en su formato expandido, podía haber ingresado en ese panteón. Su humor autorreferencial, sí, pero también su intento de construir una mitología pop a la altura de su disparate original, lo apuntaban.

Por eso resulta tan inquietante su estado de zombie jurídico: no está muerta, pero tampoco viva. Está —y esto es lo más grindhouse de todo— maldita.

Porque, ¿qué es una película maldita sino aquella que nadie quiere terminar de ver, pero todos desean que exista?

Puede que te hayas perdido esta película gratuita