PARTHENOPE desnuda a Celeste Dalla Porta en la película erótica de 2025
Celeste Dalla Porta desnuda
Tuve el privilegio de asistir a la proyección de “Parthenope” durante la última edición del festival de cine italiano de Madrid. La película se alzó con una nota media de 8,7 según la votación del público. Sobresaliente. Una confirmación rotunda de que cautivó a muchos. Sin embargo, mi experiencia personal distó mucho de ese entusiasmo: la gracia que me hizo fue justa, por no decir escasa. No le niego, eso sí, sus incuestionables méritos. La fotografía, por ejemplo, es un deleite sensorial, preciosista y arrebatadora. Su potencia visual deslumbra, incluso cuando se adentra en los terrenos del feísmo. Además, la cinta ostenta momentos de indiscutible fuerza dramática, salpicados de un humor que, en ocasiones, resulta genuino. Pero el guion, en su totalidad, es un disparate: un despropósito sumido en la recreación de un microcosmos napolitano barroco y profundamente personal, cuya exhuberancia, aunque fascinante, termina fagocitando cualquier atisbo de coherencia narrativa y ahogando a sus personajes. Celeste Dalla Porta desnuda
La primera víctima de este enfoque es, paradójicamente, la propia Parthenope. No cabe duda de la deslumbrante belleza de Celeste Dalla Porta, joven actriz que asume su primer papel protagonista. Durante dos horas y diecisiete minutos, la cámara la envuelve con la devoción de quien busca transformarla en un icono de deseo. Y, sin embargo, no consigue seducirme. Culpo de este desencanto a Sorrentino, que, obsesionado con erigir un rutilante políptico de fantasmagorías extravagantes en honor a su peculiar universo estético, descuida lo esencial: dotar de estructura al personaje principal. Este olvido, desde mi perspectiva, tiene consecuencias nefastas. Parthenope se presenta indefinida, huérfana de una consistencia interna que la haga comprensible. Todo en su comportamiento resulta errático, caprichoso y vacío. No logro discernir si posee algún propósito vital ni las motivaciones que subyacen a sus actos. Pasada media hora, o incluso antes, dejo de interesarme por su historia. Me son indiferentes sus deslices, ya sean heterosexuales o lésbicos, me agotan sus cíclicos vaivenes existenciales y me exasperan sus interminables vagabundeos por geografías impregnadas de salitre. Llega un momento, tras soportar un vía crucis de estaciones oníricas, en el que la pregunta del millón –¿qué es la antropología?–, que funciona como leitmotiv del metraje, pierde por completo su relevancia.
No soy, desde luego, un detractor sistemático del cine de Sorrentino. Vaya por delante que disfruté enormemente “La grande bellezza”. Pero en esta ocasión, me resulta imposible alabarle el gusto. “Parthenope” es una obra pretenciosa y abigarrada que, al menos en mi caso, no logra conmover. Exhibe, en no pocos momentos, una solemnidad impostada y fatigante que subraya lo artificioso de su propuesta. Sin duda, será celebrada por los incondicionales de su cine, quienes sabrán disfrutar de sus osadías estilísticas. Y bien por ellos. Nada tengo que objetar. Pero yo, sinceramente, la encontré de digestín pesada. Por decirlo con suavidad. Es el ejemplo perfecto de un cine que se recrea demasiado en su propio reflejo, olvidando, en el proceso, al espectador común.